Carlos Muñoz de Pablos muestra la restauración de las vidrieras de la Catedral

12 julio 2010


«Lo importante para mí y mis hijos de este trabajo es que son las vidrieras de mi ciudad, las que he estado viendo de pequeño; están en el origen de nuestra vocación», dice Carlos Muñoz de Pablos, sin duda quien mejor conoce cómo están y qué son las vidrieras de la Catedral de Segovia.


El trabajo es ingente, llevará al menos siete años, y es multidisciplinar, requiere aplicar diversas técnicas para desmontar, restaurar y volver a colocar los vitrales en los enormes huecos de hasta cinco metros de altura. Los Muñoz aplican tecnología puntera, como lo hicieron los autores de las vidrieras originales hace casi quinientos años, pero quieren que se note su trabajo, que los futuros historiadores y estudiosos distingan qué es original y lo que se ha restaurado. Y no es por orgullo, sino por documentar 'in situ' la obra que están haciendo: integrar las vidrieras en su conjunto y que al tiempo sean contemporáneas.
Carlos Muñoz de Pablos es uno de los miembros más antiguos del Corpus Vitrearum Medii Aevi, organización internacional dedicada al estudio de las vidrieras históricas, con la que mantiene un contacto permanente para estar al día en las tecnologías, los materiales y los procesos del vidrio. Pero la información fluye en ambas direcciones porque en Segovia se está haciendo «una restauración punta de las vidrieras, en cuanto a las limpiezas y los criterios. Somos muy avanzados, no tenemos nada que envidiarles, al contrario, a veces nos están imitando». Es tecnología punta del siglo XXI que «aprovecha el pasado» porque utiliza los conceptos de los antiguos artesanos
Las vidrieras de la nave central de la Catedral de Segovia son uno de los tres mejores ejemplos del mundo del arte transparente, sobre todo las hispanoflamencas del siglo XVI -probablemente importadas de Amberes y emplomadas después a pie de obra- cuya restauración han emprendido los Muñoz de Pablos, Carlos, el padre, y los hijos Pablo y Alfonso, por encargo del Cabildo catedralicio. Son de estilo manierista, únicas en el mundo junto a las de Salamanca y Granada y tienen la misión de condicionar la luz interior de la Catedral, de dar al templo «un clima adecuado y conveniente» a la vez que cumplir la función litúrgica de ilustrar en imágenes el Nuevo y el Antiguo Testamento.
Cuando esté terminada la restauración del conjunto la Catedral tendrá, pues, otra luz. Ahora, cuando están desmontadas las vidrieras, «choca la luz excesiva», sin tamiz alguno, que inunda la nave en un evidente (cuando lo explican) desequilibrio lumínico. Son detalles que ilustró ayer Carlos Muñoz de Pablos mientras hablaba de su tarea durante la visita de los Domingos de Patrimonio que organiza el Ayuntamiento. Después, en su taller y acompañado por sus hijos, mostró los procesos que siguen para limpiar los conjuntos, el emplomado, la reintegración de los elementos perdidos y documentar todo.
Capilla de San Gregorio
Es algo que veremos, probablemente antes de otoño, en la Capilla de San Gregorio, donde está previsto instalar la exposición permanente que irá mostrando de forma sucesiva los vitrales restaurados: «Vamos a restaurar cinco vidrieras y vamos a seguir el plan director que tenemos y los preámbulos de las otras vamos a completar las cinco; ya hemos desmontado tres y ahora desmontaremos otras dos, y lo que vamos a hacer es muy interesante porque en la exposición permanente siempre va a haber una expuesta con toda la documentación y con todos los textos y los procesos de elaboración que estamos siguiendo. Es una manera también de estar informando constantemente y que la gente vea lo que estamos haciendo», comentó Muñoz de Pablos.
Y lo que están haciendo, entre otras cosas, es seguir el manuscrito que existe en el archivo de la Catedral que recoge el programa iconográfico de las vidrieras desde un punto de vista teológico, un documento fundamental, señaló Carlos Muñoz, que sirve de base para interpretar los elementos del 'asunto' (la representación de la escena del Nuevo o del Antiguo Testamento) que se han perdido.
Siete años
Hasta después del vendaval de enero los restauradores no han podido hacer casi nada. Después se pusieron a la tarea con los tres primeros conjuntos, aunque antes había un metódico trabajo previo de documentación, un barrido fotográfico de todas las vidrieras y una labor de estabilización temporal para que «no se pierda ni un vidrio original más». Y con los tres colaboran dos químicos de la Universidad de Valencia y el historiador Víctor Nieto Alcaide (un experto en vidrieras medievales) para conocer todo lo posible de la composición química de cada elemento y para buscar los catálogos en que se inspiraron los artesanos del Renacimiento para diseñar los 'asuntos'. Todo se recogerá después en una publicación que será el complemento justo de la exposición permanente de la Capilla de San Gregorio. Carlos Muñoz cree que toda la restauración puede durar «quizá menos de siete años». Lo más complejo, comentó, va a ser toda la intervención de las vidrieras desaparecidas, las hispanoflamencas del lado sur, (recompuestas de cualquier forma después del vendaval de 1924) porque tienen unos componentes muy complicados y las tareas de reintegración y de componer el asunto, casi de recreación, llevan su tiempo.
Cuando acabe la restauración habrá que organizar «lo que tienen todas las catedrales europeas, un equipo de mantenimiento y de revisión periódica, porque las vidrieras necesitan una conservación constante». Se va a plantear al Cabildo y es posible que la iniciativa dé pie a montar una pequeña escuela o un taller de conservación.

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